Lo que los gatos maullan...

lunes, 19 de mayo de 2014

Otra de amores

Y cuando me despierte, ya no estarás ahí...

El dolor de una relación al terminar, si en verdad se quiso, te marcará para siempre.

Como ya sabrán, tuve una mala relación, terminó bastante mal la cosa para mí. La verdad es que hasta la fecha aún no tengo un reporte de los daños completos.

Me han dicho que amo enteramente, que soy muy transparente y que no oculto cuando me gusta alguien. 
Que mis sentimientos son muy nobles y grandes, demasiados entregados.

Y que por eso, tengo tantos problemas en el amor, porque las personas no son capaces de recibirlos así, en demasía y sinceridad arrolladora.

Pero resulta que soy así, y que muchas veces la gente piensa que me gusta alguien por como lo trato.
Otras piensan que solo soy así, un ser infinitamente feliz y amable, que no se enoja, que no se molesta... y que no se entristece.

Pero la verdad es otra, me molesto con facilidad, soy celosa e insegura, y me entristezco fácilmente y soy bastante posesiva.

La gente me ve y se hace un idea bastante general de mí, luego esto no me deja avanzar, me miran y me dicen: eso no está bien, no va contigo...

Y ahora creo que he avanzado, ya no me duele como antes, pero si les soy sincera, seguramente nunca lo olvidaré, como olvidar el sentimiento que me hizo arder por primera vez, como olvidar como una sonrisa puede brillar más que el propio Sol y que con ella puedo estar en paz por completo.

Creo que ahora me gusta alguien. Y digo creo porque bien podría estar observando la sombre de un amor pasado en él. Al menos eso me dicen. 

Yo no lo veo así, yo lo veo como una persona totalmente opuesta. 

Los besos pasados me dejaban con sed, pero esos labios me dejan calmada y tranquila. 

La fuerza de sus manos,completamente diferente, su abrazo nunca fue conmigo, pero las manos que ahora me abrazan hacen que no tema nada.

Estar recostada en su pecho, o que él se acueste en el mio, son los instantes más tranquilos que he tenido en estos días.

Mi madre me dice que se preocupa por mí, por el daño que recibiré, pero el momento que estoy recibiendo ahora es lo único que quiero tener. Sí, tal vez no duré, pero ¿qué dura para siempre? 

[Solo el cielo]

Y cuando él se vaya, me quedará el azul sobre mí y los recuerdos.

Esa calidez cerca del corazón al recordar sus abrazos y su pecho no tan calmado como me creía hacer creer. 

Ese hormigueo al recordar, como retaba la distancia entre los dos, esa costumbre de dejar cerca sus labios donde pueda besarlos.

Ese abrazo, donde me dejaba cerca de su corazón.

Estar sentada en sus piernas, mientras nuestras manos están entrelazadas.

Esos besos entre risas.

ese escalofrió al sentir como se estremecía debajo de mi, por un beso.

[palabras al aire, palabras que llegaron a mí: te quiero]



Recordaré  como mi corazón se aceleró por él, y solo con eso me siento satisfecha.

Recordaré como él me miraba a mí solo por un instante, como se moría porque lo besará, por sentirnos.

Así, porque las cosas terminan, son hermosas. (Aunque quisiera que no acabara)




lunes, 5 de mayo de 2014

El tiempo que sea necesario

Después de la entrada pasada, que esta algo larga,y algo rara, me gustaría aclara un punto.


Cuando se trata de amar específicamente, las situaciones se nos pueden complicar, los sentidos exacerbados pueden distorsionar lo que vivimos, así lo que era un poco complicado se hace eterno y terminamos hundiéndonos en medio vaso de agua.



También lo que nos da miedo se convierte en el peor terror. Terror de perderlo, de no poder corresponder, terror de lastimar en el afán de proteger.



Para el amor no tengo consejo, porque cada quien lo vive de un modo, yo lo viví de una manera que no se repetirá, ni en mi ni en ti.



Ama intensamente. Ama en cada amor para morir en él y luego renacer por él. 


Solo eso.



El peso sobre tus hombros.

Estos días he estado más calmada, después de entender claramente el temor que me abordaba, puedo realizar una estrategia para enfrentarlo.

Cuando te temes a ti misma, cuando temes lo alto que puedas volar o que tan brillante eres, puede ser muy doloroso. Es una batalla constante contigo mismo, entre que sí y que no. Es como esa historia de los lobos.

Dentro de nosotros habitan dos lobos: uno es la furia y la rabia, la oscuridad por decirlo de algún modo; el otro todo lo contrario, la calma y la luz. Gana claramente el que decides alimentar. 

Estar en lo alto, en ocasiones puede ser doloroso y solitario, pues no todos estamos dispuestos a volar.
Recuerdo que ya había escrito hace tiempo algo así: mis alas no son de cera y no se quemarán al llegar al Sol. 

Y efectivamente no se quemaron, pero decidí no volar.

Siempre me dijeron que tenía la capacidad de volar, que era impresionante la habilidad que tenía para desaparecer, cuando me voy nadie lo nota. Así que estaba acostumbrada a estar sola, también por decisión propia, convivir con personas es muy complicado, pero esa idea empezó a cambiar cuando me enamoré de Jonathan, él me dijo una vez que se quedaría a mi lado, no me dejaría volar sola. 

Recuerdo perfectamente la escena, como muchas otras que pase con él, estábamos caminando por una calle solitaria hacia casa, era un lindo día. Había un cielo azul sobre nosotros y una esponjosa y gran nube cubría el Sol momentáneamente. Él tomaba mi mano, y cuando me dijo esas palabras, pude sentir firmeza en el agarre, yo creí en sus palabras como creí en la fuerza de sus manos.

Pero paso después que no tuvo la voluntad para hacerlo. Y descubrí entonces que los cobardes hablan mucho bajo el árbol que no pueden escalar.

No era la primera vez que alguien se despedía de mi diciendo: Eres demasiado buena y entregada, tu amor es demasiado grande y estoy seguro que vendrá alguien que lo merezca más que yo. Y resulta aterrador que las personas que lo dijeron, usaron las mismas palabras, como si hubiera por ahí un guion de como terminar con Cori.

Y entonces me aterré, tuvo miedo de mi y de quedarme sola, así por decisión y por comodidad momentánea, decidí no volar más. Y aquí en la tierra conocí a muchos, que aunque no podían volar, disfrutaban mucho caminar, entonces camine con ellos.

Paso también que cuando intentaba retirarme sutilmente como solía hacerlo, uno de ellos me miraba, y cada vez que lo intentaba preguntaba ¿adonde vas? La primera vez me sorprendió y no pude contestar. Me di cuenta entonces que no era yo la que se había equivocado, no, ellos no me habían fallado, simplemente nuestros intereses era distintos.

Y me sentí avergonzada, tanto tiempo pensando como victima.

Para cuando llego el momento de levantar vuelo nuevamente, los miré, caminar resulta más pintoresco, además tuve miedo de volar sola, lo que es normal después de haber probado caminar con compañía.

Entendí entonces que no se trata de como se viaja sino del camino que se recorre. Pero la angustia que me provocaron esas palabras, el dolor que me dejo esas partidas, me anclaron en la tierra y poco a poco comencé a hundirme. Temí de mi y me hundí en mi propia oscuridad, era bastante lógico, si temía de que fuera luz, solo tenía que ser oscuridad.

Lo curioso es que el final el juego que estaba jugando, me jugo a mí. Me consumí y me perdí. Decidí no buscarme, hasta que ya no pude caer más bajo. Ante ese final abrupto solo quedaba un camino: hacia adelante, y a tropezones me levanté, y estaba tan abajo que el único modo que había para salir de ahí, era volar. 

Y dude, nuevamente, pero comprendí que estaba sola, y que esta vez no había volado, que la soledad tal vez era algo que yo misma me había impuesto.

Así que hoy puedo mirar la luz, puedo volar o caminar, estoy consciente del camino y estoy consiente de la fortuna que vivo. Esas palabras, no las olvidaré, pero ya no las necesito.

Así es vivir, así es crecer, así es amar. En ocasiones, en los tiempos de incertidumbre, las palabras dolorosas resonarán con más fuerza, pero siempre es nuestra decisión si las escuchamos. 

Y en cuestiones que involucran grandes sentimientos como el amor, las cosas no siempre se pueden analizar fríamente. Tuve un momento malo, pero como la humana falible que soy, es normal. Tener de hecho, estos momentos nos ayudan a madurar. 


Lo que importa es saber darle el valor que merecen, ni más ni menos, claro que es más fácil decirlo que hacerlo.



sábado, 3 de mayo de 2014

Cuando el tiempo no se detiene

Aunque estos días estoy más tranquila conmigo misma encuentro con que no me encuentro satisfecha con el tiempo. 

Siento que se me va de las manos más rapído de lo que debería y un parpadeo el tiempo se me escapa.

De pronto siento que no estoy haciendo nada y que el tiempo se me escapa de las manos, siento asfixia. Como si me hundiera en un mar negro y calmado, como si yo fuera de plomo y no puedo ni quiero intentar moverme. Solo soy capaz de observar como la superficie, esa luz, se aleja cada vez más y yo me vuelvo más oscura.

Lo puedo ver cuando cierro los ojos, me preocupa saber que tengo que hacer cosas pero no tengo la energía para hacerlas y cuando miro el reloj sigue avanzando.

Estos días siento que estoy cerca de las locura, creo hacer las cosas pendientes y descubro que no las hice, en clases atiendo pero al terminar no recuerdo mucho. Incluso llego tarde a clases.

Tal vez este pensando de más, tal vez estoy dando demasiadas vueltas y me estoy ahogando en medio vaso de agua, porque estoy segura que no llego ni a vaso lleno. Pero la molestia en mi cuello, y esa constante sensación de que estoy olvidando algo. Mi mente se desborda trabajando en algo que no comprendo que es. 

Me preocupan mis amigos y mi familia, me preocupa no saber en que fecha ni día vivo. Un compañero me dijo que preocuparse es justo eso, adelantarse a lo que crees pueda pasar, cuando piensas en lo que vas a contestar dejas de escuchar lo que te están diciendo. No puedes vivir en dos lugares a la vez.

El que sirve a dos señores con uno queda mal.

Me da miedo comenzar a vivir y tengo miedo  de morir antes de terminar lo que quiero.

Tengo miedo de amar y de ser amada, me han roto el corazón tantas veces que si alguien quisiera quedarse conmigo yo no sabría que hacer, ahora no buscó una relación y sé que llegará cuando tenga que llegar, pero me aterra pensar que llegará.

Me da miedo el futuro y los cambios que traerá, yo aún no supero los que pasaron, pero el mundo sigue cambiando y no me deja descansar.

Me da miedo reconocer que me gusta alguien, me aterra decirlo en voz alta. 

No le tengo miedo al rechazo sino a que me acepten, tengo miedo también de que el rechazo sea por eso mismo.

Y ahora descubro que si leo esto del ultimo párrafo al primero las cosas cambian: me temo a mi misma...