Lo que los gatos maullan...

lunes, 5 de mayo de 2014

El peso sobre tus hombros.

Estos días he estado más calmada, después de entender claramente el temor que me abordaba, puedo realizar una estrategia para enfrentarlo.

Cuando te temes a ti misma, cuando temes lo alto que puedas volar o que tan brillante eres, puede ser muy doloroso. Es una batalla constante contigo mismo, entre que sí y que no. Es como esa historia de los lobos.

Dentro de nosotros habitan dos lobos: uno es la furia y la rabia, la oscuridad por decirlo de algún modo; el otro todo lo contrario, la calma y la luz. Gana claramente el que decides alimentar. 

Estar en lo alto, en ocasiones puede ser doloroso y solitario, pues no todos estamos dispuestos a volar.
Recuerdo que ya había escrito hace tiempo algo así: mis alas no son de cera y no se quemarán al llegar al Sol. 

Y efectivamente no se quemaron, pero decidí no volar.

Siempre me dijeron que tenía la capacidad de volar, que era impresionante la habilidad que tenía para desaparecer, cuando me voy nadie lo nota. Así que estaba acostumbrada a estar sola, también por decisión propia, convivir con personas es muy complicado, pero esa idea empezó a cambiar cuando me enamoré de Jonathan, él me dijo una vez que se quedaría a mi lado, no me dejaría volar sola. 

Recuerdo perfectamente la escena, como muchas otras que pase con él, estábamos caminando por una calle solitaria hacia casa, era un lindo día. Había un cielo azul sobre nosotros y una esponjosa y gran nube cubría el Sol momentáneamente. Él tomaba mi mano, y cuando me dijo esas palabras, pude sentir firmeza en el agarre, yo creí en sus palabras como creí en la fuerza de sus manos.

Pero paso después que no tuvo la voluntad para hacerlo. Y descubrí entonces que los cobardes hablan mucho bajo el árbol que no pueden escalar.

No era la primera vez que alguien se despedía de mi diciendo: Eres demasiado buena y entregada, tu amor es demasiado grande y estoy seguro que vendrá alguien que lo merezca más que yo. Y resulta aterrador que las personas que lo dijeron, usaron las mismas palabras, como si hubiera por ahí un guion de como terminar con Cori.

Y entonces me aterré, tuvo miedo de mi y de quedarme sola, así por decisión y por comodidad momentánea, decidí no volar más. Y aquí en la tierra conocí a muchos, que aunque no podían volar, disfrutaban mucho caminar, entonces camine con ellos.

Paso también que cuando intentaba retirarme sutilmente como solía hacerlo, uno de ellos me miraba, y cada vez que lo intentaba preguntaba ¿adonde vas? La primera vez me sorprendió y no pude contestar. Me di cuenta entonces que no era yo la que se había equivocado, no, ellos no me habían fallado, simplemente nuestros intereses era distintos.

Y me sentí avergonzada, tanto tiempo pensando como victima.

Para cuando llego el momento de levantar vuelo nuevamente, los miré, caminar resulta más pintoresco, además tuve miedo de volar sola, lo que es normal después de haber probado caminar con compañía.

Entendí entonces que no se trata de como se viaja sino del camino que se recorre. Pero la angustia que me provocaron esas palabras, el dolor que me dejo esas partidas, me anclaron en la tierra y poco a poco comencé a hundirme. Temí de mi y me hundí en mi propia oscuridad, era bastante lógico, si temía de que fuera luz, solo tenía que ser oscuridad.

Lo curioso es que el final el juego que estaba jugando, me jugo a mí. Me consumí y me perdí. Decidí no buscarme, hasta que ya no pude caer más bajo. Ante ese final abrupto solo quedaba un camino: hacia adelante, y a tropezones me levanté, y estaba tan abajo que el único modo que había para salir de ahí, era volar. 

Y dude, nuevamente, pero comprendí que estaba sola, y que esta vez no había volado, que la soledad tal vez era algo que yo misma me había impuesto.

Así que hoy puedo mirar la luz, puedo volar o caminar, estoy consciente del camino y estoy consiente de la fortuna que vivo. Esas palabras, no las olvidaré, pero ya no las necesito.

Así es vivir, así es crecer, así es amar. En ocasiones, en los tiempos de incertidumbre, las palabras dolorosas resonarán con más fuerza, pero siempre es nuestra decisión si las escuchamos. 

Y en cuestiones que involucran grandes sentimientos como el amor, las cosas no siempre se pueden analizar fríamente. Tuve un momento malo, pero como la humana falible que soy, es normal. Tener de hecho, estos momentos nos ayudan a madurar. 


Lo que importa es saber darle el valor que merecen, ni más ni menos, claro que es más fácil decirlo que hacerlo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Maúlla tú también. Maullemos todos juntos.